“Todo lo que tengo en
este mundo son mi palabra y mis cojones”, Tony Montana.
Oliver Stone escribió
el guión en Francia mientras se desintoxicaba de su adicción a la cocaína. Eso
no significa nada, pero bueno, ahí está el dato... también realizó un trabajo
de documentación exhaustivo consultando con la policía de Miami y la DEA e
incorporó al film crímenes reales de la época. Esto sí significa algo...
“El mundo es tuyo” es
el lema de la película, como dice Tony Montana: “Esta ciudad es como un gran
coño esperando a que lo jodan”.
El ascenso desde la nada hasta lo más alto y el descenso desde lo más
alto hasta la nada. Al pobre Tony Montana se le va de las manos y al final todo
acaba desmoronándose. Eso sí, una muerte antológica, enfrentado él solo ante un
ejército de hombres armados, disparándole con ametralladoras en el pecho,
cientos de balas, y él de pie, firme, puesto de cocaína hasta el límite, y gritando:
¿¡creéis que podéis matarme con balas!? Y siguen disparándole... y él se
mantiene de pie... y las balas siguen atravesando su cuerpo... y él sigue de
pie... y maldiciéndoles y de pie... y los disparos siguen y siguen... y cuando,
como espectador se te pasa por la cabeza un segundo “éste tío es inmortal...
pero inmortal de verdad”... es entonces cuando cae... y no te da pena, ni
alegría ni indiferencia, es como todo junto, todos esos sentimientos a la vez,
como una visión metafísica-filosófica que hace que entiendas al hombre- ser
humano- vida- mundo- universo. Algo así, más o menos. Por eso no es un happy end pero tampoco una tragedia, es
algo que va mucho más allá. Una reflexión universal que nos asola a todos en
algún momento y que hemos vivido, leído y en este caso visto en las carnes del
mejor actor de todos los tiempos: Alfredo James Pacino.