Una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad. Aquí va un ejemplo: “Hacer reír es más difícil que hacer llorar”. Mentira. Es la estupidez más grande que he oído en mi vida. ¿Cuántas veces lloras? Una... dos al año. ¿Cuántas veces ríes? Una... dos al día. ¿Cuántas películas te han hecho llorar? Dos... tres... tal vez cuatro. ¿Cuántas películas te han hecho reír? Cientos de ellas.
Tras esta aclaración haremos otra (aclaración): El Show de Truman no es una comedia.
Por eso precisamente no tuvo el éxito esperado y por eso precisamente no quedó grabada en la retina del espectador como debería. Jim Carrey venía de protagonizar una comedia detrás de otra y todo el mundo esperaba, consciente o inconscientemente, otra comedia.
Resaltar el momento en que él recompone el rostro de su amada, la única que le ha dicho la verdad y por eso la apartan de su lado, y sobretodo la reacción de ella cuando lo ve por televisión.
Múltiples referencias filosóficas incrementan de buen grado el transfondo de un film con mucho poso. No se trata solo de lo que nos cuentan sino aquello de lo que nos hablan. Por ejemplo “El mito de la caverna” de Platón, donde Truman es el prisionero en un mundo irreal que no conoce ningún otro, “La hipótesis del genio maligno” de Descartes, similar a la de Platón pero aquí orquestada por un genio/dios maligno que nos engaña y nos controla; y, como no, las “Las tres etapas del alma” de Nietszche donde Truman se encuentra a gusto en un mundo que otros han creado para él, pero al descubrir la verdad abandona su estado de “último hombre” para transformarse en un “león”, un ser que cae en el más profundo sinsentido y se rebela contra todo aquello que lo ha estado oprimiendo para, finalmente, superar sus miedos y llegar a la última etapa (el superhombre) que es capaz de abandonar el mundo que le han fijado y crearse el suyo propio.
Dejando las analogías de un lado, lanzo una pregunta al viento: ¿Hay algo más trágico que descubrir a los treinta o cuarenta años que toda tu vida ha sido una mentira?